viernes, 26 de octubre de 2007

REPORTAJE./

Un destino mejor


Por: Fara Armenteros




Pedro Tápanes Gutiérrez, un negro alto de 37 años, manifestó: "Siento acumulada dentro de mí la tristeza y la rebeldía de mis antepasados porque como ellos he sido marcado por la injusticia y la brutalidad. Ellos sufrieron el maltrato de sus amos, y yo el de los que creí eran mis hermanos".


Matancero al fin, a Tápanes le gusta la rumba y disfruta el espectáculo del grupo folklórico Los Muñequitos de Matanzas. "Pero no tengo tiempo ni ánimo para la distracción" -apuntó.


Este hombre pudo ser atleta de alto rendimiento, pero cuando terminó el nivel preuniversitario en una escuela de perfeccionamiento atlético fue llamado al servicio militar obligatorio y entrenado como paracaidista. Después se negó a participar en la guerra de Angola y lo condenaron a tres años de cárcel.


Cumplió la condena en la prisión llamada Taco Taco, ubicada en la provincia Pinar del Río, donde entre otros maltratos fue golpeado por el capitán Manuel Cordero y tres funcionarios más del orden interior. Tápanes fue agredido porque se negó a repetir consignas revolucionarias (pro castristas).


"En esa ocasión -recuerda Tápanes- me causaron una herida con una bayoneta que me dañó tres tendones. La mano derecha me quedó limitada para siempre".


En 1993 Tápanes intentó huir de Cuba pero fue arrestado y condenado nuevamente. Esta vez a cuatro años de encarcelamiento.


A finales de 1999 Tápanes fue detenido en su casa a las cuatro de la madrugada. El hombre dice cómo fueron los hechos: "Fue una operación conjunta de la Seguridad del Estado, el Departamento Técnico de Investigaciones y de la Policía Nacional Revolucionaria.


Me tuvieron cuatro días encerrado. Me acusaron de prepararle un atentado a Yadira García Vera, entonces primera secretaria del Partido Comunista en la provincia Matanzas. Me golpearon salvajemente porque decían que yo era un 'potencial delictivo'".


Al cuarto día de estar encerrado, agentes de la policía política se presentaron en la casa de la madre de Tápanes para decirle que su hijo sería condenado a veinte años de prisión en esta ocasión.


"Mi madre era diabética. Los agentes lo sabían. Cuando le comunicaron la noticia, ella cayó al suelo y se golpeó la cabeza. Tuvo que ser trasladada de urgencia hacia el hospital. Me liberaron y me llevaron al hospital donde ella permanecía.


Durante el camino trataron de explicarme que me habían encerrado cuatro días por motivos de seguridad, pues se esperaba la visita de altos funcionarios del gobierno en la provincia, razón por la que habían arrestado a 'todo el personal delictivo'" -expresó Tápanes.


Horas después de ser liberado, la madre de Tápanes murió.
"Yo culpo de la muerte de mi madre a la policía política y al gobierno de Fidel Castro" -denunció.


El 27 de enero de este año Tápanes fue arrestado mientras cenaba en su domicilio. Lo condujeron a la cárcel Combinado del Sur de Matanzas, lo encerraron en una celda esposado, tres funcionarios lo proyectaron contra el piso, lo golpearon y le dejaron las esposas puestas hasta el día 29 de ese mes, cuando lo liberaron. Este trato cruel lesionó una de las muñecas de Tápanes.



Ahora tiene una mano lisiada y en la otra el trauma óseo que le provocó estar tantos días esposado.


Días después de su liberación Tápanes realizó una reunión en el patio de su casa. Había 23 personas más. Cuando el negro hablaba de sociedad civil y de derechos humanos, la policía política allanó la vivienda, desalojó por la fuerza a los presentes y se llevó detenido a Tápanes.


"Trataron de hacerme firmar un acta en la cual supuestamente yo decía que renunciaba a las actividades a favor de los derechos humanos en Cuba. Como no la firmé, me amenazaron con echar a mi esposa de su empleo" -reveló Tápanes.


Activistas defensores de los derechos humanos consultados opinan que la integridad física de Tápanes corre peligro y la de su familia también.


"Las golpizas que he recibido de la policía me han dolido, pero más me dolió la muerte de mi madre. Yo no sabía que existían hombres crueles que disfrutan el dolor que le infligen a otros hombres. Ya sé de ellos, pero no podrán impedir que la libertad se abra paso, que mis hijos tengan un destino mejor" -concluyó el activista Tápanes.

ARTICULOS

Necesidad y riesgo


por: Fara Armenteros




Decenas de personas procedentes del municipio mantancero Unión de Reyes arriesgaron sus vidas tratando de detener los vehículos de carga estatales que transitan por la autopista nacional, desesperadas ante la falta de transporte público.


Hombres, mujeres y niños se habían concentrado desde horas tempranas en un punto de recogida a cinco kilómetros al sur de la ciudad de Matanzas, con el propósito de trasladarse a distintos municipios y provincias. A las cuatro de la tarde, agobiados por el sol, la sed y el hambre, dieron rienda suelta a su irritación.

Los viajeros frustrados se situaron en medio de la vía y comenzaron a hacer señales con los brazos a los vehículos, al tiempo que gritaban frases culpando al gobierno por la crisis del transporte, y reprochando a los conductores que no detenían sus vehículos.

El licenciado Oscar Sánchez Madan, presidente de la Asociación Independiente Patria y Libertad, que fue testigo de la indignación popular, expresó que el descontento se debe a que cada día hay menos transporte.

Los puntos de recogida de la autopista son estaciones de parada obligatoria para ómnibus y camiones de carga con capacidad para recoger pasajeros.


Atienden estos puntos empleados del Mnisterio de Transporte, a quienes la población ha bautizado "amarillos" por el color de sus uniformes. Los "amarillos" cobran el importe del pasaje y mantienen el orden. Este caluroso día de agosto, el "amarillo" no trabajó.

"Cuando los 'amarillos' no están en el punto, no paro. No hay quien ponga orden entre los pasajeros", señaló un chofer que habitualmente transporta en su camión carga y pasajeros de una provincia a otra. "Prefiero parar en cualquier lugar de la carretera y recoger pocos viajeros... así el importe del pasaje va para mi bolsillo", agregó con picardía.

Mientras tanto, en el capitalino municipio 10 de Octubre durante este mes de agosto ha sido necesaria la presencia de la policía para mantener el orden en la oficina de venta de pasajes, donde hay una cola permanente.

Una señora que ha estado en la cola durante diez días afirmó: "Si tuviera dinero estuviera en 'la tierra' hace días, porque los 'coleros' venden los turnos a cien pesos".

La secunda un anciano revendedor de periódicos: "Con lo que están ganando este mes pueden vivir un año..." y se interrumpe para gritar con sorpresa: "¡Ñoo, miren cómo va ese camello!"

Miramos al camión convertido en transporte público. De sus puertas semiabiertas colgaban los pasajeros como plátanos de un racimo. Un hombre que contemplaba la escena exclamó en tono amargado: "¡Hasta cuándo será esto...!"

Según estimados oficiales, la transportación de pasajeros disminuyó de 2721,2 (millones de pasajeros) a 539,0 entre 1990 y 1997. La reducción este año es ostensible. La escasez de combustible parece ser la única explicación oficial.

Las perspectivas no son halagüeñas. Un transeúnte que se detuvo momentáneamente y echó un vistazo a la escena, exclamó:

"¡Eso no es nada, prepárate para lo que viene!"

CRONICA.

El otro apéndice



Por: Fara Armenteros




"Al cuerpo del cubano le ha salido otro apéndice", dice Clemente mi vecino, mientras extrae de su jaba un pomo plástico para vaciar vasos de guarapo (sin hielo) que acababan de vender en la guarapera de La Víbora.


- ¿Cómo es eso, Clemente?


- Sí sí, el apéndice es la jaba, porque sin ella -la señala con un gesto de la mano- no somos nada.


La ocurrencia de Clemente me recordó a las "jaberas" -porque principalmente eran mujeres- que practicaban operaciones mercantiles simples, consistentes en llevar ropas, zapatos, jabón y otros productos a poblados del interior del país para cambiarlos por viandas, frijoles, gallinas, huevos y otros alimentos.


Al comentarle a Clemente, me dice:


- Mi hermana iba todas las semanas a Pinar del Río y cambiaba ropa usada por comida. Y mi cuñado, que en paz descanse, era tremendo luchador. Fabricaba jabón de lavar y lo cambiaba por arroz. La ropa de mi padre, que era mucha y buena, porque era músico, la fuimos cambiando por maní, arroz y malanga.


Los campesinos bautizaron como jaberas a las mujeres que se dedicaban a estos trajines.


- ¿En cuántas actividades de la vida del cubano está presente la jaba, Clemente?


- En casi todas… para no ser extremista. Para comprar los mandados de la cuota, el día primero de cada mes hay que llevar a la bodega, además de dinero, jabas para el arroz, los frijoles, el azúcar, la sal. Para la bobería que compramos en la carnicería, también.

Para el pancito nuestro de cada día no necesito la jaba, porque yo me lo como en el camino de la panadería a la casa. Imagínate que tengo que caminar 16 cuadras para comprar y algunas veces tengo que dar dos viajes.


En el bolsillo del pantalón del cubano de cualquier edad primero falta el pañuelo que la jaba, para comprar lo que aparezca.


- El hermano de mi difunto cuñado -prosigue Clemente- vive en un cuarto inhabitable. El baño del solar se derrumbó y él tiene que hacer sus necesidades en una jaba que coloca en una lata. Cuando termina, bota la jaba a la basura. Eso es lo que yo llamo ¡una jaba premiada!


Algunas veces, los desechos sólidos se depositan en jabas que no sirven para otra cosa y las cuelgan de los postes eléctricos, como si fueran adornos de un árbol navideño.


Muchos ancianos venden jabas a escondidas, en las calles y agromercados, con el propósito de aumentar sus ingresos.


- ¡Mira! ¡Mira! -me dice Clemente, señalando hacia el portal de una tienda recaudadora de divisas, donde un policía pide a un joven negro que abra la jaba que lleva y le muestre lo que hay adentro.


-¡Los guardias -concluye Clemente- siguen siendo fans a las jabas de los negros!