viernes, 26 de octubre de 2007

CRONICA.

El otro apéndice



Por: Fara Armenteros




"Al cuerpo del cubano le ha salido otro apéndice", dice Clemente mi vecino, mientras extrae de su jaba un pomo plástico para vaciar vasos de guarapo (sin hielo) que acababan de vender en la guarapera de La Víbora.


- ¿Cómo es eso, Clemente?


- Sí sí, el apéndice es la jaba, porque sin ella -la señala con un gesto de la mano- no somos nada.


La ocurrencia de Clemente me recordó a las "jaberas" -porque principalmente eran mujeres- que practicaban operaciones mercantiles simples, consistentes en llevar ropas, zapatos, jabón y otros productos a poblados del interior del país para cambiarlos por viandas, frijoles, gallinas, huevos y otros alimentos.


Al comentarle a Clemente, me dice:


- Mi hermana iba todas las semanas a Pinar del Río y cambiaba ropa usada por comida. Y mi cuñado, que en paz descanse, era tremendo luchador. Fabricaba jabón de lavar y lo cambiaba por arroz. La ropa de mi padre, que era mucha y buena, porque era músico, la fuimos cambiando por maní, arroz y malanga.


Los campesinos bautizaron como jaberas a las mujeres que se dedicaban a estos trajines.


- ¿En cuántas actividades de la vida del cubano está presente la jaba, Clemente?


- En casi todas… para no ser extremista. Para comprar los mandados de la cuota, el día primero de cada mes hay que llevar a la bodega, además de dinero, jabas para el arroz, los frijoles, el azúcar, la sal. Para la bobería que compramos en la carnicería, también.

Para el pancito nuestro de cada día no necesito la jaba, porque yo me lo como en el camino de la panadería a la casa. Imagínate que tengo que caminar 16 cuadras para comprar y algunas veces tengo que dar dos viajes.


En el bolsillo del pantalón del cubano de cualquier edad primero falta el pañuelo que la jaba, para comprar lo que aparezca.


- El hermano de mi difunto cuñado -prosigue Clemente- vive en un cuarto inhabitable. El baño del solar se derrumbó y él tiene que hacer sus necesidades en una jaba que coloca en una lata. Cuando termina, bota la jaba a la basura. Eso es lo que yo llamo ¡una jaba premiada!


Algunas veces, los desechos sólidos se depositan en jabas que no sirven para otra cosa y las cuelgan de los postes eléctricos, como si fueran adornos de un árbol navideño.


Muchos ancianos venden jabas a escondidas, en las calles y agromercados, con el propósito de aumentar sus ingresos.


- ¡Mira! ¡Mira! -me dice Clemente, señalando hacia el portal de una tienda recaudadora de divisas, donde un policía pide a un joven negro que abra la jaba que lleva y le muestre lo que hay adentro.


-¡Los guardias -concluye Clemente- siguen siendo fans a las jabas de los negros!

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