lunes, 15 de enero de 2007

ARTICULO



Combatiente olvidado

Por: Fara Armenteros

Aunque han pasado varios meses de su muerte, los residentes del poblado camagüeyano Hatuey, en el municipio Sibanicú, continúan consternados por la muerte de "Mito", como sus familiares y amigos llamaban a Sergio Díaz Guerra.

Este cubano, entre los años 1984 y 1987 combatió como artillero en la guerra de Etiopía. Al regresar a Cuba, recibió la condecoración correspondiente como combatiente internacionalista, y se incorporó a su trabajo en la vida civil, al frente de una cochiquera de la Empresa Municipal de Cultivos Varios.

A principios de la década de los años 90, el establecimiento donde laboraba Díaz Guerra fue cerrado, y el combatiente no fue reubicado en otro porque no era miembro del Partido Comunista. Realizó incontables gestiones en busca de trabajo. Todas infructuosas.
En 1996, "Mito" se enfermó gravemente. Comenzó para él y sus familiares un incesante y duro bregar por los hospitales. La esposa de "Mito" recorrió el Poder Popular en todos sus niveles, Bienestar Social y la Asociación de Combatientes de la Revolución, entre otros organismos gubernamentales. Pero ninguna estaba en condiciones de ayudar a esta familia cubana en una situación difícil.

El centro de trabajo de la esposa de Sergio realizó múltiples gestiones para extenderle provisionalmente un cheque por setenta y un pesos hasta que ella pudiera reincorporarse a su trabajo.
El enfermo siguió agravándose, hasta que murió. "Mito" había perdido el olfato, el habla, los sentidos del gusto, del oído. En poco tiempo perdió 60 libras y sus miembros se debilitaron hasta quedar completamente inválido. Hasta el día fatal en que falleció.

En los funerales se presentó un oficial del Departamento de Seguridad del Estado, conocido como "Pupi", y dos representantes de la Asociación de Combatientes de la Revolución. Eran portadores de condolencias, una ofrenda floral y una bandera para cubrir el féretro.

Los familiares de Sergio Díaz Guerra, en medio de su dolor, rechazaron a los representantes de las organizaciones comunistas, diciéndoles que se fueran del lugar, que si no habían sido capaces de apoyar a "Mito" durante su enfermedad, a su esposa e hijos, no tenían nada que hacer junto al féretro del excombatiente.

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